martes, 6 de mayo de 2014

Proteger a los chicos de las adicciones




Muchos jóvenes expresan que la droga apareció en sus vidas en el viaje de egresados al concluir el séptimo grado de la primaria, ingreso que se produjo como consecuencia de no querer quedar marginados del grupo de compañeros que, supuestamente, eran los "piolas". ¿Quién querría quedar al margen y no ser y sentir como ellos?. Al principio se comienza con la cerveza y más tarde aparece la marihuana, el pegamento, la nafta y toda sustancia que sirva para drogarse.

Un sector cada vez más amplio de niños, adolescentes y jóvenes buscan en la droga una felicidad ilusoria mediante el efecto transitorio de ciertas drogas. Por simple curiosidad, para enfrentar la inseguridad, por no encontrar un lugar en el mundo, muchos emprenden un camino de difícil retorno. Las sustancias psicoactivas como la marihuana, cocaína, ácido lisérgico, éxtasis, e inhalantes, descomponen todo el equilibrio psicofísico. Según la droga y el nivel de consumo, las sustancias psicoactivas producen un transistorio estado alterado de la conciencia con sensaciones que oscilan desde entre el júbilo y la depresión desembocando en pérdida de memoria y de otras funciones cognitivas, falta de coordinación que puede llegar al extremo de incapacidad psicomotriz, alteración cardiorrespiratoria por sobrecarga del corazón y colapso del sistema nervioso central entre otras consecuencias. A este cuadro se le suman las consecuencias sociales de la adicción: violencia y delito.

Innumerables intentos se han realizado con el objetivo de definir por qué una persona cae en manos de estas sustancias que existen desde siempre y cuyo uso depende de la época y la cultura. Mientras los neurólogos se centran en la química del cerebro, los estudiosos de la conducta se inclinan por definir una serie de factores que predisponen, ya sean familiares, sociales o de personalidad, cuya articulación define la dependencia psicológica.

Lo que comienza como una curiosidad a edades que cada vez se instalan más cerca de la infancia, termina convirtiéndose en una trampa porque las drogas tienen sustancias altamente adictivas que generan un círculo vicioso difícil de romper. La droga pide más y más y el adicto no encuentra cómo frenar un consumo que lo consume. Por la droga, el adicto pierde familia, amigos, principios y como plantea el Dr. Hugo Míguez en su libro "Uso de sustancias psicoactivas" "el trastorno mayor no está en la toxicidad de la droga sino en el abandono que hace el adicto de cualquier otra forma de recuperar su capacidad de entusiasmo". Por lo único que el adicto pelea es por la droga que le sirve para olvidar, sentirse bien, festejar, superar estados de ánimo negativos pero que a la vez le hace perder un montón de cosas e inclusive introducirlo en el delito.


La familia del adicto

Mucho se ha dicho y escrito sobre la familia del adicto y coinciden todos los especialistas en los siguientes aspectos: fallas en la puesta de límites, dificultades en la comunicación, ausencia de respeto por las jerarquías y conductas familiares adictivas son peligrosos trampolines que muchas veces conducen a la adicción.
"Tanto la permisividad como la sobreprotección son nocivas porque tienden a anular a la persona, retrasar el crecimiento e impedir que aprenda a afrontar situaciones. Se trata de un proceso que va influyendo en la formación de la persona, porque, habitualmente, el mal manejo de los límites no empieza cuando el hijo entra en la adolescencia; eso viene desde siempre y cada situación se va sumando a las anteriores.(Verónica De Lucchi. Terapeuta familiar.)


Los hijos necesitan ser sostenidos, tenidos en cuenta, protegidos y cuidados por adultos que cumplan sus funciones dentro de una normativa clara.

Guia para padres

  • No tomar remedios sistemáticamente delante de los menores, son conductas contagiosas
  • Restringir el consumo de alcohol como forma de relajación y evasión de problemas.
  • Dejar fuera del alcance de los menores los tranquilizantes y medicamentos en general.
  • Enseñar a tomar decisiones, a elegir y a decir que no, desde chicos.
  • Proponer y realizar actividades (leer, conversar, escuchar música, salir) que eviten el vacío existencial y emocional, generando un espacio compartido entre padres e hijos.
  • Realizar deportes al aire libre
  • Comunicarse con los hijos. Hablar con ellos tanto de sus actividades como de sus sentimientos.
  • Mantener una cohesión familiar no simbiótica, es decir, respetando las individualidades.
  • Acompañar, sostener, cuidar y proteger a los adolescentes en el natural proceso de transición, con el respeto por sus pérdidas, dolor y sufrimiento inevitables.
  • Asumir que la oferta de droga es masiva y que cualquiera puede ser tentado.
  • Buscar ayuda si se descubre alguna adicción. Los padres solos no pueden sacar a un hijo dela carrera adictiva.

Bibliografía: este artículo ha sido compilada de un Dossier (que conservo en papel) publicado en los años 90 en la desaparecida Revista Luna de la Editorial Perfil.


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